La editorial Cerbero ha empezado su andadura a principios de 2017, con la publicación de tres novelas cortas: Rubicón de Juan González Mesa, Los príncipes de madera de Daniel Pérez Navarro y Yabarí de Lola Robles. El proyecto de Israel Alonso, director de Cerbero, atendiendo a las reminiscencias del nombre que ha elegido para su sello, el can de tres cabezas que custodiaba la puerta del Hades, es sacar a la luz tres novelitas cada tres meses aproximadamente. En esta ocasión la segunda tanda incluye los títulos CloroFilia de Cristina Jurado, Domori de Sofía Rhei y 36 de Nieves Delgado, y es esta última obra la que voy a comentar aquí.
Cerbero publica libros de pequeño tamaño, con dimensiones que vendrían a corresponder a los «bolsilibros» del siglo pasado, surgidos de editoriales como Bruguera. Los bolsilibros ofrecían géneros diversos, entre ellos ciencia ficción, terror, western o policíaco. Eran literatura popular, de entretenimiento, escrita por un buen número de autores españoles que utilizaban seudónimos anglosajones por motivos comerciales, pues entonces se hubiera vendido muy mal una novela del Oeste o de ciencia ficción cuyo creador tuviera apellidos tan poco exóticos como Torres o García. Hubo pocas mujeres entre estos autores de bolsilibros. Destaca Mª Victoria Rodoreda Sayol (nacida en Berga, Barcelona, 1931-2010), que usó hasta doce seudónimos, todos masculinos y anglosajones. Se dedicaba a varios tipos de narrativa, aunque destaca notablemente su producción en el campo de la ciencia ficción, 101 novelas, siendo así la escritora (mujer) más prolífica de todo el siglo XX en el género.
A los bolsilibros también se los denominaba «novelas de a duro» por su bajo precio. Cerbero intenta recuperar el tamaño y formato de esas antiguas publicaciones populares, si bien con un diseño e ilustraciones más actuales (y muy bonitos por cierto), e igualmente ha querido proponer un precio muy reducido, 5 euros. Reducido y arriesgado para los tiempos que corren. Se trata de una aventura y apuesta muy valientes. Los libros se venden por Internet y se envían por correo, aunque pueden encontrarse en algunas librerías especializadas. La idea es que cada obra tenga su versión digital y en audiolibro.
Se trata de leer novelas cortas. Hace bien Cerbero en recuperar un tipo de narración que a principios del siglo XX fue cultivada por los mejores escritores de nuestro país. Baste nombrar a Carmen de Burgos, que además también abordó lo fantástico. La novela corta carece de las posibilidades de profundización y detalle de narraciones más largas donde se crea todo un mundo. Tampoco muestra la condensación, la estructura peculiar o la tensión propias del relato breve. Pero es capaz de contener ciertos elementos de ambos géneros: al extenderse más que un cuento, construye una mayor ambientación y se adentra más en hechos, situaciones y personajes. Es verdad que deja cabos sueltos y otros apenas esbozados. Eso no es negativo, todo lo contrario, pues obliga a quienes leen a pensar, a hacer un trabajo de reconstrucción o suposición, a quedarse en la duda y el enigma, a releer. Quizás debido a ello no gusta a muchas personas en estos tiempos de lectura rápida y demasiados libros pendientes, donde preferimos que se nos dé todo hecho.
Apuesta además la nueva editorial por textos de calidad. Y hay otra circunstancia a destacar, su interés en publicar a escritoras. Los tiempos están cambiando, ya hay muchas más mujeres que antes escribiendo géneros no realistas y una mayor difusión de sus obras, pero siempre se agradecen estas iniciativas, pues para que las autoras de ciencia ficción sean leídas, es imprescindible que las editoriales se animen a publicarlas.
36, novela corta de Nieves Delgado (Ferrol, A Coruña, 1968), trata sobre uno de los temas que más apasiona a la ciencia ficción y también a la propia autora, las inteligencias artificiales. ¿Llegarán a existir y será pronto? ¿Qué pensarán de nosotros los humanos? ¿Las consideraremos un avance beneficioso o un peligro? ¿Serán como nosotros o muy diferentes?
Delgado había publicado antes diversos cuentos en antologías, revistas y webs, y un libro de narraciones cortas, Dieciocho engranajes (Sevilla, Adaliz Ediciones, 2016). En esta novelita con título numérico se nos relata la vida de una de las primeras inteligencias artificiales con autoconciencia. Estamos en un futuro todavía reconocible donde el desarrollo tecnológico ha permitido ese avance. Justo asistimos al momento en que la evolución da un paso más allá, traspasando el umbral entre la máquina y la mente autónoma (que no autómata). Veremos cómo no les sucede a todas las IAs a un tiempo sino a algunas de ellas y de manera aleatoria.
Con un toque humorístico, se nos contará el primer caso en que una IA, concretamente Colega, el ordenador que controla un centro comercial («el prototipo de gestión inteligente más avanzado del mercado. Docenas de algoritmos cruzados controlaban desde los sistemas de alumbrado hasta las cajas registradoras, las alarmas de seguridad y los pedidos diarios con sus correspondientes albaranes»), empieza a tener una conducta inesperada e inexplicable.
Pero la protagonista de la novela es 36, a cuyo nacimiento asistimos. Al comienzo es una “bebIA”), equivalente del bebé humano, y luego se convertirá en una “niñIA”, “jovIA” y “adultIA”. Lo que ocurre con 36 es que desde el primer momento muestra una inteligencia excepcional y libre albedrío, aunque su desarrollo psicológico, emocional será mucho más lento (es «una inteligencia consciente de sí misma, con un potencial de aprendizaje y una capacidad intelectual superiores a los de los humanos, pero cuyo desarrollo emocional era el de un niño de cinco años»). Asistiremos a su paso por la escuela, el instituto y la Universidad, el modo en que aprende a entender y relacionarse con las personas, tarea nada fácil. Para ello contará con la ayuda de su mentora, la doctora Diana Casals, ingeniera especializada en robótica avanzada, además de con una especie de padre adoptivo, el psicólogo Edvard Lund, y con un amigo del instituto y la Universidad, Marcos.
Uno de los temas que forman la urdimbre temática de la historia, en este caso como hilo principal, es la especulación sobre qué es y no es lo «humano», y en qué podría consistir la identidad de una IA con autoconciencia y voluntad. 36 carece por ejemplo de emociones equiparables a las nuestras, por eso el acoso escolar que sufre en el instituto o la indiferencia que le muestran muchos humanos no le afectan. Otras IAs tienden a una vida monótona y sin ambiciones, o incluso se ven empujadas hacia la autodestrucción, quizás debido a su falta de deseos. Sin embargo, la protagonista sí tiene interés por el conocimiento y se muestra segura de su individualidad. Ella se considera única y cree que no le pueden aplicar los mismos criterios que a otros seres artificiales. Nos encontramos ante una criatura extraña, diferente, y la consecuencia de su otredad, de su singularidad es nuestro miedo. Ese temor que los humanos sentimos hacia lo desconocido y distinto, aquello que no podemos comprender y que por tanto nos lleva al rechazo, la indiferencia, la agresión o el odio. Y desde luego e inevitablemente, al prejuicio. De hecho, la IA protagonista recrimina a los humanos porque estos piensan que ella quiere ser semejante a los individuos de carne y hueso: ¿por qué habría de desearlo?
Otra de las cuestiones centrales que aparecen en la narración es el tema del cuerpo, sexo y género. La IA es «introducida» primero en un cuerpo de robot muy funcional y poco atractivo, luego en otro más estilizado, pero igualmente artificial y andrógino. Cuando llega a su edad adulta (o más bien a la que le correspondería según los parámetros humanos) 36 debe elegir un sexo y género, aunque ella preferiría mantenerse en su androginia. Se convierte así en Marty. Pero no siente deseo sexual, ni tiene hormonas, y para ella, el sexo/género es una mera «performance». Habrá una sorpresa posterior, cuando Marty decida convertirse en Marta. Y ahí no acabará su destino, pues habrá una última vuelta de tuerca. En esa sociedad del futuro, ya no tan machista (aunque sigue habiendo vestigios, lo comprobaremos en la parte final, en las conversaciones en las redes), sí se continúa manteniendo la obligación de atenerse a una férrea dicotomía de género macho/hembra, varón/mujer, masculino/femenino. Y sin embargo ¿aceptaríamos que un ser artificial es «mujer» u «hombre» de verdad? Si lo aceptamos, entonces sexo y género son perfectamente «performables» por una máquina. Y si nos negamos a admitir su femineidad o masculinidad, ¿no estaremos cayendo en el biologicismo y la discriminación? A la manera de un Orlando androide, la protagonista quiere conocer los dos polos de ese binarismo. Quizás para que descubramos que nos encontramos más bien ante esa «criatura postgenérica» que anticipó Donna Haraway en su ensayo (que es pura ciencia ficción) Manifiesto para ciborg: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX (publicado originariamente en 1985 y reeditado hace muy poco por la editorial Puente Aéreo Ediciones, Mar del Plata, Argentina, en 2014, en una edición muy cuidada), una de las obras inaugurales de la teoría queer.
La novelita de Nieves Delgado es pues muy recomendable, tanto para los amantes de la ciencia ficción como en particular para aquellxs que buscan en esta la especulación característica del género junto a una perspectiva feminista.
Lola Robles
36
Nieves Delgado
Editorial Cerbero
Colección: Wyser nº 6
Fecha de publicación: marzo 2017
Precio: 5 €
Páginas: 188
Formato: 10,5×14,8. Bolsilibro. Rústica PUR.
ISBN: 978-84-946422-5-8
http://www.editorialcerbero.com/
La presente reseña está incluida en el último número de Mamut, «Futuros Imperfectos» dedicado a la ciencia ficción, con entrevistas, relatos, ilustraciones y artículos. Podéis echar un vistazo a los contenidos, aquí.
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A Lola Robles también le ha gustado 36. Yo ya dije que era buena, pero esta mujer se explica mejor… Y hace algún pequeño spoiler.
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