Las definiciones de lo fantástico, lo sobrenatural o lo extraordinario se mueven sobre un terreno sinuoso, arduo y peligroso. Pero, más allá de las categorías, os propongo cinco artistas nacidos durante las décadas de los setenta y los ochenta en Asia Oriental cuya obra, aún no ser explícitamente de género, me transmite sensaciones oníricas, de irrealidad, anormalidad y extrañamiento, junto a emociones de nostalgia, resignación, dolor y simulación. ¡Espero vuestras propias recomendaciones!

1. Tetsuya Ishida (Shizuoka, Japón, 1973-2005) pintaba humanos cosificados o quizás cosas humanizadas. En sus impactantes y bellas pinturas lo humano y lo artificial se fusionan y la entidad resultante resta con actitud resignada en un escenario aparentemente normal donde la soledad, la ansiedad o la claustrofobia solo se adivinan en miradas ausentes y lánguidas. Estas miradas transmiten tanto la tristeza de saberse fuera de lugar como el dolor físico generado por la parálisis que imposibilita escapar o dejar de simular conformidad. Aquí tenéis la página web dedicada a su obra (en japonés).

2. Masakatsu Sashie (Ishikawa, Kanazawa, Japón, 1974) pinta grandes conglomerados esféricos flotantes. Estos conglomerados están formados por objetos y el paisaje resultante combina la estética retro con la futurista. A diferencia de Tetsuya Ishida en estas esferas no existe la fusión entre el ser humano y lo creado, quizás porque lo creado ha devorado a lo humano o quizás porqué lo orgánico y lo inorgánico se han convertido en una única cosa. De hecho la muestra expuesta en 2013 se tituló Coacervado (del latín acervus, montón), y que en química designa un agregado de sustancias que constituye la base del origen de la vida, según la teoría de Alexander Oparin. En sus pinturas parece que algo haya absorbido y procesado lo creado por los humanos y en el proceso, lo artificial haya trascendido su propia esencia transformándose en un mundo autónomo y natural. Así, las esferas de Masakatsu son como los katamaris del videojuego Katamari Damacy
(2004), las bolas que mientras ruedan recolectan todo tipo de objetos hasta convertirse en estrellas. Aquí su página oficial de facebook y aquí su página web.

3. Chen Ke (Tongjiang, Sichuang, China, 1978) pinta niños y niñas con aspecto solitario y melancólico. La estética se aproxima a las pinturas de los artistas chinos Xiong Yu (1975), Wei Jia (1975) y Gao Yu (1981) o de la japonesa Aya Takano (1976), representantes del arte de «dibujos animados», muy célebre hasta 2010, y que tienen como precedentes a las niñas perversas de Yoshitomo Nara (1959) y la estética «superflat» de Takashi Murakami (1962). En concreto, las pinturas de Chen Ke retratan la recepción china del cómic americano, los cuentos tradicionales europeos y el manga y anime japonés por parte de la generación que vivió la infancia durante los ochenta y es fruto de la política del hijo único. Así, los temas giran en torno a la soledad de la infancia y a la nostalgia por un lugar de la memoria construido por los argumentos de los cuentos infantiles. Significativamente, en algunos cuadros, como en la obra Contigo jamás me sentiré solo (2007) o en Alicia (2008), la pintura solo tiene color y detalles en la parte que representa al escenario de la ficción, mientras lo que identificamos como la realidad es un simple esbozo. Aquí una entrevista con la pintora.

4. Shi Lei, Biimrock (Senyang, China, 1982) pinta objetos y escenas en entornos naturales. Libros, camas u ositos de peluche se detallan entre árboles, hojas o tierra. La sensación es que ha pasado algo extraño y la naturaleza ha devorado la cotidianidad. En las pinturas lo humano o bien se diluye entre lo natural o bien se adapta de forma pacífica a un espacio que no es el original. De esta manera, a veces parece que el fenómeno extraño que ha pasado haya sido una traslación de lugar repentina (por ejemplo, en Saltamontes (2011) y en En la ducha (2011). El interior de una habitación y un baño respectivamente aparecen de repente en un bosque y a veces la pintura sugiere que un lugar ha sido abandonado y lo que observamos es el yacimiento arqueológico de nuestra propia época (El final de la luz, 2012). Aquí algunas de sus obras.

5. Hao Lang (Dazhou, China, 1985) retrata la infancia, como Chen Ke, con una estética influenciada por la ilustración y el cómic. Sus personajes aceptan con resignación lo extraño, la soledad o el dolor, como en San Sebastian, donde el santo representado como si fuera un niño acepta resignado el dolor de las flechas (también Shi Lei retrata de una forma similar al mismo santo en Pavo real, 2011) o como en la pintura (sin título, 2011) donde un esqueleto abraza plácidamente a un niño mientras duerme. Aquí algunas de sus obras.